Los Apellidos de la Participación
El viernes 3 de junio, durante la conferencia y conversatorio “Arquitectura Participativa. Arquitecturas colectivas” organizado por el lanzamiento del número 247 de la revista Arkinka, Marta Anducas presentó el artículo titulado “Los apellidos de la participación“.
Aquí el extracto del artículo
Un proyecto de desarrollo, ya sea la construcción de una escuela, la implementación del parque comunitario, la instalación de agua y desagüe, de fortalecimiento cultural o de sensibilización acerca las desigualdades de género, tiene como objetivo general mejorar la calidad de vida de las personas, es decir, su bienestar.
Como la propia palabra indica, bienestar significa “estar bien”: vivir una vida que merezca la pena vivirse. Ello incluye, también, la satisfacción de los objetivos personales y sociales. Sin embargo, ¿hay una única definición de bienestar? Observamos sociedades de consumo donde el “estar bien” se ha vinculado a la abundancia de bienes materiales, ¿acaso es este el parámetro para medir el bienestar?
En este sentido, cada persona, época y lugar presenta sus propias particularidades, siendo tarea de cada sociedad definir el propio concepto de bienestar. Con ello, no se pretende negar unos elementos comunes, universales e imprescindibles para una vida digna; más bien se apuesta por la necesidad que se den procesos de autodefinición locales.
Trabajar de forma participativa con la población local en un proyecto de desarrollo puede acercarnos a este proceso de autodefinición, el cual permitirá crear propuestas apropiadas a partir del análisis de las necesidades y anhelos comunitarios, la percepción de la realidad y la proyección de futuro de los propios participantes.
Sin embargo, participación es una palabra que, de tan uso y abuso, ha perdido significado. Últimamente, todo parece ser participativo: hablamos de jornadas y talleres participativos, de arquitectura participativa y de presupuestos participativos. Pero, ¿qué propiedades se adquieren al lado del adjetivo participativo? El abanico es tan extenso que nos perdemos en el concepto. Incluso podemos encontrar procesos con motivaciones y objetivos opuestos, ambos bajo el paraguas de lo participativo.
Es necesario, por tanto, dotar de un apellido a la participación y a lo participativo, algo que precise cómo participan las personas en un proceso dado. En este sentido, Sarah White, docente e investigadora de la Universidad de Bath (Inglaterra), define cuatro formas o grados de participación: nominal, instrumental, representativa y transformadora. En cada una de estas modalidades, la participación adquiere funciones e intereses distintos enfocándose, especialmente, en la forma cómo intervienen las partes.
Antes de proceder, permítanme presentarles “Participación Sin Fronteras”, una organización sin fines de lucro, totalmente ficticia y creada para la ocasión.
“Participación Sin Fronteras” se dedica a la construcción de postas médicas en la zona rural. Tras una breve investigación estadística, la entidad ha identificado una comunidad para la construcción de un centro de salud rural. La organización convoca una reunión e invita a la población local a participar de la decisión. A mano alzada, los participantes responden a la pregunta: “¿quieren que construyamos una posta médica en su comunidad?”. La respuesta es unánime y el proyecto es recibido con aplausos y muestras de alegría. La participación nominal tiene como función esta: mostrar la inclusión de los beneficiarios en un proceso dado, además de legitimar la ejecución de un proyecto.
Por otro lado, encontramos la participación instrumental. La misma entidad, “Participación Sin Fronteras”, organiza jornadas de faenas comunitarias para la construcción de la posta médica. Estas jornadas forman parte de la contribución de la comunidad y representan, a la vez, un medio para reducir costos y aumentar la eficiencia del proyecto. En esta modalidad, los beneficiarios son considerados como un medio para los objetivos del proyecto.
La participación representativa escucha la voz de la comunidad y, además, contribuye en la sostenibilidad de los proyectos. Como les contaba, “Participación Sin Fronteras” se dedica a la construcción de postas médicas en comunidades rurales. Sin embargo, antes de iniciar cualquier proceso de diseño, la organización reúne a la población local y realiza una serie de talleres donde los participantes adquieren capacidad de decisión sobre algunos aspectos del proyecto. A través de la inclusión activa de la comunidad, se crea un proyecto adaptado a la realidad, lo cual garantiza su sostenibilidad.
Por último, la participación transformadora tiene como finalidad empoderar a las personas y dotarlas de la capacidad de provocar los cambios que les son importantes. En este sentido, representa el inicio de un proceso de revalorización comunitaria que permite a los participantes identificar sus metas e intereses colectivos; analizar las alternativas que pueden encaminarlos hacia estos; reconocer las habilidades y los talentos locales; cobrar conciencia de los recursos disponibles; y adoptar decisiones conscientes hacia el desarrollo comunitario.
En esta ocasión, y aprovechando su presencia en la zona, “Participación Sin Fronteras” desarrolla un proceso de Diagnóstico Rural Participativo en el cual la comunidad identifica sus metas, analiza sus debilidades y potencialidades, y planifica acciones concretas en un Plan de Acción Comunitario. Se crea, a través del proceso y a partir de la población local, una agenda colectiva hacia el desarrollo comunitario.
Los diferentes apellidos de la participación evidencian que, mientras hay modalidades participativas que tienen el potencial de generar cambios profundos en el corazón de las comunidades; otras simplemente maquillan la imposición y mantienen las relaciones de poder verticales vigentes. Por ello, aunque es importante hablar e incorporar la participación en un proyecto de desarrollo, es imprescindible plantearse el papel que tendrán las personas en un proceso dado.
Ante una sociedad que corre en búsqueda de fórmulas genéricas, desde la Asociación Semillas para el Desarrollo Sostenible apostamos por procesos que planteen propuestas adaptadas a cada realidad y elaboradas con y desde la comunidad. En este sentido, nos enfocamos en procesos participativos transformadores, en los cuales las decisiones se toman de forma conjunta con la comunidad y donde cada cual aporta sus conocimientos, talentos y habilidades.
El camino hacia el bienestar comunitario es largo y no dispone de soluciones inmediatas. Es necesario caminar codo con codo con la comunidad, aprender unos de los otros, recuperar la confianza en uno mismo, ser conscientes de los recursos disponibles y de las metas a alcanzar, y, sobretodo, potenciar el trabajo desde dentro. Como cita Jim Kwik, “si un huevo se rompe por una fuerza exterior, la vida termina. Si se rompe por fuerza interna, la vida comienza. Las grandes cosas siempre comienzan desde el interior”.
Por ello, desde la Asociación Semillas dotamos a la participación de un segundo apellido: participación transformadora desde dentro.
Publicado en n°247 de Arkinka , Junio 2016